jueves, 3 de febrero de 2011

07.50

En la estación de trenes pedí un boleto a la felicidad.
-¿Ida y vuelta?
-Solo ida. Gracias

Ya sentado dentro de un cómodo y recién estrenado vagón, miro por la ventana.
Qué limpia está.
Estoy expectante, excitado, emocionado, emotivo.
El boleto que sostengo en mis manos es perfecto, no tiene fallas. Es un boleto a la felicidad.
El tren se pone en marcha, y al poco tiempo el guarda pide mi boleto para verificarlo.
Lo valida perforándolo.
Mi boleto tiene ahora un pequeño agujero en una esquina superior, una falla.

Las horas pasan. La ventana ya no está tan limpia como antes de partir.
Los paisajes ya no se aprecian del todo.
A lo largo del trayecto, nos detenemos en varias estaciones.
Cada vez que volvemos a partir, el guarda perfora nuevamente el boleto.
Mi boleto ya tiene varias fallas.

Debido al cansancio me duermo.
Al despertar, noto que el paisaje es distinto.
Pregunto y me responden que hace unas horas el tren cambió de vias.
Para llegar a la felicidad había que bajarse en la estación anterior y tomar otro tren.

-Y adonde vamos ahora?
-A donde nos lleven las vias del tren.

3 comentarios:

  1. La felicidad a mis ojos nunca fue perfecta, siempre hay una mancha grande o pequeña en los momentos de mayor regocijo. Siempre existe el dilema de ver el vaso medio lleno o medio vacío, y creo que con la "felicidad" como idea pasa lo mismo. No existe como algo corpóreo y puro, sino como ideal y por lo tanto varía según las situaciones. A donde vamos? Ese siempre es el misterio, intentar ser "positivo" con respecto al destino es el único camino para conocer el final, siempre podemos bajarnos en próxima parada.
    Alguien alguna vez dijo, "si quieres ser feliz como me dices, no analices"

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  2. Hay un lugar mejor, al cual no se llega por tren, para el que no compras un pasaje y el cual depende de ti.
    En el que no importa si te dormís o no, siempre es el mismo y siempre esta en el mismo lugar.

    Adentro

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